Es curioso pensar que, si bien nos sentimos incómodas o un poco inseguras al tener el periodo, ahora tenemos una inmensa gama de posibilidades y herramientas para aliviar ese sentimiento. Sin contar, claro, que en nuestra época hay una mentalidad y un desarrollo que permite tener una visión más acertada de nuestro cuerpo y de la menstruación, por lo menos a comparación de hace unos siglos.
Y aunque no voy a negar que siguen existiendo varios estigmas alrededor de este proceso natural (que además algunos parecen haberse quedado congelados a lo largo del tiempo desde el mismo imperio romano), si quisiera dedicarle unas líneas a ese cambio evolutivo y a las mujeres que le hicieron frente por más de la mitad de nuestra historia en el planeta.
Aunque no hay mucha información acerca de los métodos de higiene femenina en la antigüedad, los primeros registros médicos datan de 460-370 a.C., en la Grecia clásica. Estos fueron escritos por Hipócrates, quien fue un reconocido pensador al cual se le atribuye el título del padre de la medicina moderna, aún en la actualidad. Fue él quien habló inicialmente acerca del periodo de sangrado de la mujer, en su libro Corpus hippocraticum, que reunía varios escritos analíticos frente a las ‘enfermedades de las mujeres’. Hipócrates consideraba que la sangre menstrual era producto de los desechos de los fluidos corporales femeninos. Esta teoría se desarrollaba a partir de una concepción de que la mujer era “defectuosa” e imperfecta, ya que su temperatura basal era muy elevada y el interior del organismo era en extremo húmedo. Esto era, subsecuentemente, el motivo por el cual el cuerpo necesitaba excretar su sangre de manera urgente. Así mismo, los tratamientos y cuidados médicos para esta ‘enfermedad’ era quedar en embarazo y/o casarse para poder controlarla.
A pesar que esto pueda parecer insólito y hasta inaudito, la visión del pueblo griego seguía siendo un poco la del investigador que se aventura en sentar conclusiones, pero que todavía se encuentra muy lejano del resultado final. Por el contrario, en el imperio romano se le adjudicaba a la menstruación motivos peligrosos. Plinio El Viejo publicó un libro llamado Naturalis historia, en donde decía que nada era más poderoso que la sangre menstrual, tanto para bien como para mal. También promovió la idea que la mujer no podía ver a nadie durante un par de días ya que podía estropear los campos de cultivo, hacer abortar a los animales, convertir el vino en vinagre y demás afecciones. Así mismo, esta idea se replicó en distintas culturas y religiones, como en el judaísmo o en el hinduismo, hasta el punto de segregar y rechazar a las mujeres incluso cuando no tenían la menstruación.
Esto generó una relación compleja y conflictuada entre la mujer y su propio cuerpo, pero, ¿cómo no tenerla? Este pensamiento perduró por muchos años, ya que hasta el siglo XIX se empezó a estudiar de manera más científica la menstruación y sus motivos. En la siguiente parte de este artículo, hablaremos de la etimología de esta palabra y de la nueva mirada que se empezó a tener frente a ella.